sábado, 12 de agosto de 2017

La educación como construcción de verdades intersubjetivas, y la consecuente autorrealización del sujeto.

La educación y el aprendizaje necesitan poder asentarse de una vez por todas en las bases paradigmáticas que trascienden a las de la modernidad.
La modernidad por mucho tiempo tuvo anclajes que terminaban negando al sujeto en pos de alguna construcción idealista, muchas veces ligada a alguna concepción que se asumió como una verdad sin anclaje en la realidad. Así, "La Razón" se convirtió en una diosa, "La Objetividad" en un ideal de percepción, "La Ciencia" en una metodología que producía verdades incuestionables, "El Progreso" en un motor hacia la utopía y "La Utopía" en un pretexto por el que nuestro presente habría de sacrificarse.
Ya no es posible esto, hoy nos damos cuenta de los innumerables fracasos que todas esas concepciones han generado. El sujeto es negado cuando se imponen las razones (de Estado, del colectivo, de la ciencia, del progreso), el sujeto queda aprisionado en un mundo que ya no es un espacio para desarrollar su vida sino para cumplir con innumerables obligaciones que le son ajenas y que lo llevan a la frustración más profunda.

Se necesita reconocer que no hay ideales por los cuales valga la pena sacrificarse, más bien existen realidades en las cuales se está inmerso y en las cuales se encuentran las únicas posibilidades de transformación para construir una vida que valga la pena vivir. Hemos, por lo mismo, de abandonar nuestro afán de aferrarnos a modelos ajenos a nuestra realidad presente y atrevernos a construir dinámicas de desarrollo desde esa realidad.

La educación necesita partir de tales comprensiones. Asumir al sujeto en su complejidad, con sus anhelos y restricciones, para generar las dinámicas necesarias para reconstruirse a sí mismo, integrando todo ello en nuevas configuraciones existenciales.

Los nuevos paradigmas, entonces, están asumiendo un enfoque distinto al de la modernidad aún no completamente superada. Aún no es asumida plenamente la comprensión de que el sujeto y la subjetividad son las únicas fuentes de verdad, que la realidad sólo es subjetiva; y ello debido a que no hemos atinado a encontrar una manera de integrarla con los demás: si toda verdad es subjetiva, también es intersubjetiva según se puede compartir con el colectivo. El sujeto no es un ente aislado, es un ser-con-los-otros, y desde ahí es que construye sus saberes.

La educación necesita asumirse desde esta perspectiva y entender entonces que todo el proceso educativo ha de ser el de la construcción de verdades intersubjetivas a través de procesos comunicativos integrales. El resultado ulterior de un proceso educativo de ésta índole es un sujeto integral, colaborativo y capaz de proseguir su formación en pos de su autorrealización.

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