miércoles, 24 de septiembre de 2014

La inexistente resistencia al cambio

La resistencia al cambio no existe, es una falacia del pensamiento moderno y mecanicista.  Resistencia al cambio es el fenómeno que observan quienes se confrontan con dos realidades sólo visibles desde ese paradigma propio del positivismo: por un lado entienden la necesidad “racional” de cambiar, por otro lado consideran que el ser humano es un ser mecánico que obedece “racionalmente”. Todo es racional desde su paradigma, no obstante siempre se encuentran con que la gente “no quiere cambiar” y,a eso lo denominan: “resistencia al cambio”. Cierto desde su paradigma, pero un grave error si se adopta un paradigma más actual.
La resistencia al cambio se desvanece cuando cambiamos de paradigma y asumimos al ser humano como un ser de trascendencia como bien se puede concebir a partir de las reflexiones de Schopenhauer, Kierkegaard, Nietszche, Heidegger, etc. padres del pensamiento posmoderno.
Si el ser humano es un ser de trascendencia entonces es un ser que internamente siempre está impulsado hacia el cambio, hacia la evolución. No hay manera de pensar entonces en que alguien se pudiera querer resistir al cambio sino que, por el contrario,  siempre estará buscando provocarlo.
Nos encontramos entonces con dos posiciones. Si se asume al ser humano como un ser de trascendencia hay unas consecuencias, si se le asume mecanicistamente son otras las consecuencias.
Apuntemos la mira sobre el fenómeno de la oposición manifiesta cuando se presenta la oportunidad para generar un cambio. El fenómeno es evidente: algunos, o varios, se resisten, no quieren cambiar. Pero dependiendo de con qué enfoque veamos el fenómeno entenderemos si es o no realmente resistencia:
Hemos ya aclarado que quienes asumen el paradigma mecanicista de la modernidad califican a esa oposición como una resistencia al cambio, pero para quienes se han atrevido a superar ese paradigma pueden adoptar el pensamiento sistémico y entender algo que es obvio: todo sistema tiene la propiedad de la homeostasis, regularse a sí mismo para mantener los equilibrios respecto a lo que lo pueda alterar.
La homeostasis no es resistencia, sino un proceso natural de supervivencia del sistema. En una persona u organización estable la homeostasis la mantiene en su nivel de actividad, y alguna intención de modificar su funcionamiento recibirá toda la energía de los procesos homeostáticos.
Si entendemos ello, entonces alguna pretensión de cambio no la efectuaremos en el modo tradicional: la homeostasis siempre la hará fracasar, y entre más fuerte sea la coacción exterior hacia el cambio, mayor será la reacción para regresar al estado de origen.
Lo que se ve como “resistencia al cambio” desde un paradigma mecanicista en realidad es una “resistencia a la coacción” visto desde un pensamiento sistémico: el sistema no permitirá nunca que alguien ajeno a sí mismo le cambie su funcionamiento, no acepta la coacción y hará lo posible por sabotearlo para regresar al estado de origen.

Lo que se requiere, entonces, asumiendo el pensamiento sistémico es hacer que el mismo sistema participe en el proceso de cambio: que tome consciencia de las presiones del entorno, que analice los aspectos insatisfactorios de su actual modo de funcionamiento y que halle salidas factibles más satisfactorias y deseables.
Tampoco se trata de una “participación” meramente presencial, sino activa y dentro de la propia dinámica del pensamiento sistémico. Hay que entender, también, el modo de generar la participación acorde a estos nuevos paradigmas. De eso ya hablaremos en otro momento.

Dejemos tan sólo indicado que la resistencia al cambio no es algo real, el ser humano desea siempre evolucionar, por lo que el cambio es algo a lo que por sí mismo siempre estará dispuesto.

domingo, 21 de septiembre de 2014

La historia nos alcanzó, la naturaleza clama por otra civilización que aun nos es desconocida

La historia nos alcanzó, la naturaleza clama por otra civilización que aun nos es desconocida. Cursar este doctorado nos ha permitido constatar la fuerza de esta evidencia.

Aprendizaje para la vida

Ciertamente estudiar un doctorado aporta algo nuevo a la vida de quien lo cursa. Se puede decir que le llena de nuevos conocimientos, que lo torna en alguien “docto”, que conoce mucho. Sí, aprendimosY fue un aprendizaje para la vida.
Aprendizajes que nos permitieron entender de manera distinta nuestras relaciones, entendiéndolas tanto en su potencial de ser comunidad ideal de diálogo pero también en sus cualidades antípodas como distribución o ejercicio del poder dentro de las relaciones. 
Aprendimos en lo laboral nuevas prácticas o nuevas comprensiones de nuestras prácticas. 
Aprendimos para la vida, pero también para transformar la vida.
Nuestra visión del mundo fue trastocada, nuestras idealizaciones sufrieron dolorosas transformaciones al aterrizarlas en las diversas constataciones de que éramos sujetos de nuevas alienaciones: Felicidad, ciudadanía, democracia, conceptos que tanto nos atraen, requirieron de ser descolonializados y repensados.
La gracia del doctorado no fue acumular conocimientos y datos al por mayor, sino desatar prácticas conscientes y creativas, que tomaron lo mejor y más avanzado de las ciencias sociales. Desataron así, en cada uno de nosotros, procesos atrevidos, desafiantes, cautivadores e iluminadores en nuestro andar por la vida de la educación-transformación y con ello por la creación de civilización misma.

Subversivos

Atrevidos y desafientes, ser egresado del doctorado en Ecoeducación, Comunidades de Aprendizaje y Desarrollo, podría considerarse tan subversivo como en su momento lo fueron los que formaron parte de los movimientos del 68, del 88, o del #132Pero ello podrá ser factible cuando se resuelva el problema de cuáles son los nuevos mecanismos del poder social integrados en el mismo poder político. Y no sólo resolver el problema en el aula, sino ante todo, en la práctica diaria, en el actuar cotidiano dando testimonio de cómo se pueden integrar los nuevos conocimientos sobre educación y desarrollo.

Entre lo hegemónico y lo contrahegemónico

Deviene entonces el que habremos de afrontar a nuestra realidad con una posición profundamente crítica y contrahegemónica. Activos en el pensamiento libre, resistentes a las pretensiones de colonialización  de las ideas tendremos enormes desafíos a afrontar:

Primeramente la crítica al desarrollo: una idea que en algún tiempo nos enamoró y sedujo, pero que hoy constatamos que necesitamos reformular, deconstruir, o simplemente abandonar para dar lugar a una real alternativa para los pueblos.
También la educación que muchas veces ha sido panfleto político que, entre otras cosas repite hasta el cansancio que es un germen para el desarrollo, que es la posibilidad para un futuro. Hoy constatamos que puede ser (y muchas veces lo es) su contrario: medio de colonización del pensamiento, cancelación de opciones de transformación de los destinos fatídicos.
Es en ese sentido necesario volver a establecer los criterios de la escuela, ya sea como espacio reproductor o como transformador del sistema, como espacio generador del discurso que domina y domestica o del discurso que desata, potencia y transforma, discurso que se acompaña de la acción para concretar las propuestas diseñadas en conjunto, o la mazmorra que se subordina sin más al status quo.
El desafío ético también. Esa crítica a la ética moderna con su seductora doctrina de la autonomía moral, individualizadora, aislante de lo colectivo y que nos dirige (o ya nos hizo llegar) a un futuro de segregación entre los privilegiados y los excluidos, los unos con todas las posibilidades para vivir “moralmente” (aunque disfruten de la impunidad de su estado privilegiado), los otros imposibilitados para cumplir todo lo que se les marca como un “deber ser”.
También nos encontramos con la necesidad de esgrimir ese concepto de humanismo tan llamativo pero que no es más que la invención de soberanías sometidas a decir de Foucault y, que por esa cualidad de sometimiento, se torna en algo indeseable para quienes somos seres de trascendencia. Más que humanismo, hoy en día necesitamos construir oportunidades para la trascendencia en medio de este sistema que nos quiere sujetar cada vez más a nuestra inmanencia.
Desafíos también en el comprender los cambios en los modos de transmisión del conocimiento, ese devoción por las bibliotecas y la lectura hoy en día también están siendo trastocados y nos confronta con las inercias que están llevando hacia un conocimiento en red y las impredecibles consecuencias del mismo.

Como nuevos doctorantes en Ecoeducación, Desarrollo y comunidades de Aprendizaje, sabedores de todas estas dimensiones críticas de nuestro presente, nos vemos así exigidos a movilizarnos en pos de salidas para nuestras realidades. No podremos seguir siendo los mismos sino que nos encontraremos vinculados con las muchas alternativas necesitadas de florecimiento.

Nuestro proceso

Después de todo, nuestro proceso formativo en el doctorado fue una incitación permanente hacia la autonomía formativa: trastocó nuestra pretensión de ser colonializados como es tradicional en algunas prácticas académicas de doctorados de carácter casi dictatorial. Afrontar un proceso formativo en el que no se nos dictaba “el conocimiento” nos obligó a asumir una autodisciplina que no fue fácil de hacer propia, incluso generando crisis en algunos de nosotros.

Repensar, reinventar

Ya no podemos pensar los procesos de aprendizaje como el tradicional camino hacia una libertad idealizada pero nunca comprendida en sus mecanismos de poder intrínseco
Educarse, durante la modernidad, fue el camino para sobresalir de la masa, salir de su realidad y entrar en el círculo de los privilegiados del status quo. Ciertamente era un camino hacia “la libertad”, pero la libertad del privilegiado por encima de las opresiones a los que se mantendrían sujetos su gente. Ya ni la libertad puede ser el mismo supuesto ideal educativo.
Necesitamos repensar todo.
Necesitamos reinventar mecanismos sociales para satisfacer las necesidades, es más, necesitamos repensar lo que es una necesidad.
Necesitamos redefinir las prioridades de la humanidad y su entorno.
Necesitamos repensar los modos de emancipación pues hasta ello fue secuestrado y alienado por el sistema.
Necesitamos atrevernos a reinventarnos y reinventar las realidades en los que estamos inmersos, aceptando sus sujeciones pero también sabiendo que son sujeciones posibles de transformación mediante la acción.
Sólo entonces podremos llegar a ser considerados realmente subversivos, agentes intranquilos ante las realidades de sufrimiento generalizado, actores del cambio profundo, generadores de alternativas encarnadas en la historia propia de cada sitio en el que nos involucremos.
La educación y el desarrollo requieren de reinventarse desde sus raíces, convirtiéndose ello en el cometido al que quedaremos sujetos los que hoy nos graduamos.

Nuestros temas

Así, Juan cambió su práctica trastocando y desafiando a la tradicional educación tecnológica para dirigirla hacia un autoecoaprendizaje, Víctor se encontró con bases para atreverse con su comunidad de aprendizaje a generar un nuevos procesos para ejercer y desarrollar la docencia, Rosario pudo constatar nuevas precisiones del juego que hay entre el curriculum impuesto y la percepción que del mismo tienen las alumnas, Teresa pudo fortalecer la comprensión de su práctica como una práctica para la democracia y, por lo tanto, política. Alejandro se enfrentó al desafío de comerse el elefante con la clara conciencia de que ello no es posible en un día. Amelia y César optaron por ejercer su rol como directores en un modo de facilitadores, abriendo los espacios para la participación, desafiando el miedo de dejar ser a su comunidad escolar. Francisco llevó la Ecoeducación a los ámbitos rurales, aprendiendo con ello nuevos modos de pensar la ecología local. Graciela tuvo el atrevimiento de sustentar y comprometerse con un proceso transformador, de nuevo tipo, que promete revolucionar la educación al integrar maestros, alumnos y padres mediante la metodología de la Investigación-Acción, y su servidor teniendo en mente las reflexiones sobre la muerte de las utopías de la modernidad, utopías de carácter universal y homogeneizante, caminó a constatar que la única posibilidad utópica hoy en día se liga a una autopoiesis glocal vivificada por el potencial de trascendencia.

Estamos entonces convencidos de que son tiempos de repensar la escuela como la que hace posible lo imposible, la que puede construir en lo cotidiano y lo pequeño nuevas sociedades y nuevos alientos para el mundo a costa de que, de no hacerlo así, promete la etapa más sombría y tediosa para la niñez y la juventud. 

El camino

Nos vamos hoy con un documento que nos avala como graduados de esta primera generación. Nos vamos de ese modo, asumiendo una responsabilidad muy especial, ya no sólo con el cambio sino con los que siguen detrás de nosotros, habiendo nosotros abierto la brecha para que este doctorado sea una posible respuesta a esta naturaleza que clama por una nueva civilización en la que se viva con consciencia, espiritualidad, trascendencia, entendiéndonos como constructores de la misma en comunidad.
No nos vamos aún. Somos una comunidad de aprendizaje y entendemos que el doctorado no se termina hasta que se obtiene el título. No nos vamos, sino que seguimos y seguiremos viéndonos, hasta terminar.
Es grande nuestro agradecimiento a todos los implicados en que pudiéramos transitar este proceso, familiares, autoridades escolares, maestros, amigos, etc. Les agradecemos su disposición y también les solicitamos que consideren que seguiremos, el precio de desarrollar una nueva verdad es el nunca más poder estar quietos en la vida hasta haberle dado todo lo que podemos darle.
Beethoven alguna vez escribió cuando se enfrentó a su irrevocable inmanencia: “no me puedo ir hasta haber creado todo lo que me ha sido dado crear”. Así, nosotros no nos podemos eximir de la vida hasta haber creado todo lo que nos ha sido dado crear.


(este discurso no habría sido posible sin la aportación de las ideas de los compañeros de esta generación, tómese como una construcción que partió de un pensar colectivo)